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“Los laicos están llamados a ejercer su tarea profética, que se deriva directamente del bautismo, y a testimoniar el Evangelio en la vida cotidiana dondequiera que se encuentren.” (94).


Necesidad de la « missio ad gentes ». Al exhortar a todos los fi eles al anuncio de la Palabra divina, los Padres sinodales han reiterado también la necesidad en nuestro tiempo de un compromiso decidido en la missio ad gentes. La Iglesia no puede limitarse en modo alguno a una pastoral de « mantenimiento » para los que ya conocen el Evangelio de Cristo. El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial.” (95).
 

Anuncio y nueva evangelización. “El Papa Juan Pablo II, en la línea de lo que el Papa Pablo VI dijo en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, llamó de muchas maneras la atención de los fi eles sobre la necesidad de un nuevo tiempo misionero para todo el Pueblo de Dios.


(Propositio 49).”


“La exigencia de una nueva evangelización, tan fuertemente sentida por mi venerado Predecesor, ha de ser confirmada sin temor, con la certeza de la eficacia de la Palabra divina. 


La Iglesia, segura de la fidelidad de su Señor, no se cansa de anunciar la Buena Nueva del Evangelio e invita a todos los cristianos a redescubrir el atractivo del seguimiento de Cristo.”
(96).

LA MISIÓN DE LA IGLESIA: ANUNCIAR LA PALABRA DE DIOS AL MUNDO (90-98)

 

Anunciar al mundo el «Logos» de la esperanza.

 

“El Verbo de Dios nos ha comunicado la vida divina que transfigura la faz de la tierra, haciendo nuevas todas las cosas (cf. Ap 21,5).

 

Su Palabra no sólo nos concierne como destinatarios de la revelación divina, sino también como 
sus anunciadores.”


“Ésta es la experiencia de la primera comunidad cristiana, que vio cómo iba creciendo la Palabra mediante la predicación y el testimonio (cf. Hch 6,7).


“En efecto, lo que la Iglesia anuncia al mundo es el Logos de la esperanza (cf. 1 P 3,15); el hombre necesita la « gran esperanza » para poder vivir el propio presente, la gran esperanza que es « el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo (Jn 13,1) ».


Por eso la Iglesia es misionera en su esencia” (91).

 

De la Palabra de Dios surge la misión de la Iglesia. “…ha reiterado con insistencia la 
necesidad de fortalecer en la Iglesia la conciencia misionera que el Pueblo de Dios ha tenido desde su origen”


“Las primeras comunidades cristianas sentían que su fe no pertenecía a una costumbre cultural 
particular, que es diferente en cada pueblo, sino al ámbito de la verdad que concierne por igual 
a todos los hombres”


“…el Apóstol de las gentes entra en diálogo con hombres de culturas diferentes, consciente de que el misterio de Dios, conocido o desconocido, que todo hombre percibe aunque sea de manera confusa, se ha revelado realmente en la historia:

 

« Eso que adoráis sin conocerlo, os lo 
anuncio yo » (Hch 17,23).” (92).


Palabra y Reino de Dios. Por lo tanto, la misión de la Iglesia no puede ser considerada como 
algo facultativo o adicional de la vida eclesial.

VERBUM MUNDO

Todos los bautizados responsables del anuncio. Puesto que todo el Pueblo de Dios es un pueblo « enviado », el Sínodo ha reiterado que « la misión de anunciar la Palabra de Dios es Resumen de Verbum Domini * 15 un cometido de todos los discípulos de Jesucristo, como consecuencia de su bautismo ». (Propositio 38). 


“La Iglesia, como misterio de comunión, es toda ella misionera y, cada uno en su propio estado de vida, está llamado a dar una contribución incisiva al anuncio cristiano.”

“Es necesario, pues, redescubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para que llegue el Reino de Dios, predicado por Cristo mismo.” (93).

Oración:

Señor y Dios Nuestro que pusiste como fermento en el mundo la fuerza del Evangelio, concede a cuantos trabajamos en los Medios de Comunicación Social y todos los cristianos que encendidos por la luz del Espíritu Santo, seamos fermento de fe, esperanza y amor al utilizar los diferentes instrumentos de comunicación social. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Se trata de dejar que el Espíritu Santo nos asimile a Cristo mismo, participando así en su misma misión: « Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo » ( Jn 20,21), para comunicar la Palabra con toda la vida.

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